Del Frente Amplio hay mucho que aprender. Esta coalición, ahora partido, es probablemente el fenómeno político más exitoso de esta época. Nadie puede negar que lo hicieron todo bien. Siguiendo casi al pie de la letra el método “Podemos”, llegaron al poder con una facilidad que no puede más que generar admiración. Las fotos perfectas, personajes carismáticos (y pintosos, que no es accidental), las cuñas precisas, una disciplina partidaria impresionante, al punto de que nadie puede moverse un milímetro de lo dictado por el colectivo sin sufrir las consecuencias. Todos se cuadran detrás de sus líderes con vehemencia, al punto de ser capaces de negar las más obvias realidades con tal de no traicionar al movimiento. Pero por mucho que el Frente Amplio sea una máquina política y su gobierno no ha sido necesariamente un desastre estrepitoso (hay cosas valorables. Al César lo que es del César), su proyecto de país ha sido un profundo fracaso, y tengo una teoría del por qué. Adjunto envío seis errores.
“No sé. Nunca pensé que llegaría tan lejos”
Si bien las estrategias anteriormente mencionadas hoy los tiene hoy sentados en el ejecutivo, ostentando los más altos cargos de poder de la nación, era imposible que pudieran estar en el gobierno cuatro años sin cometer errores. Quizás el primer error fue haber llegado al poder. El problema que percibo es que nunca supieron exactamente para qué lo querían, ni qué pensaban hacer con él cuando lo tuvieran. Lo poco que sabían era a la sociedad a la que aspiraban y al modelo político que tenían que instaurar para lograr esa sociedad. Pero, al poco andar, los ciudadanos que les confiaron el poder para que “lo cambiaran todo” se dieron cuenta que esos no eran los cambios que querían, o al menos, no así. Y aún con esa realidad tocándoles la puerta, no han querido soltar esos ideales y comprender la naturaleza de ostentar el poder (no de habitarlo). Y ese primer error sienta las bases de lo que no hay que hacer.
Los buenos, los malos y los marginados
El segundo error, a mi juicio, es precisamente la base ideológica que define al FA, el posmarxismo. Esta ideología mezcla las ideas posmodernas de los diferenciales de poder y la interseccionalidad con las ideas marxistas de la lucha de clases. Ergo, el nombre. Pero a diferencia del marxismo, no confrontan al proletariado con la burguesía, sino que toman las causas de minorías históricamente desprivilegiadas y las contraponen a los que serían los poderes hegemónicos (hombre hetero-cis patriarcal blanco occidental y un largo etcétera). Aquí la raíz de este segundo error. La izquierda posmarxista cambió la lucha de clases de la izquierda materialista clásica por intereses que hasta Marx mismo tildaría de burgueses. Este cambio a un enfoque identitario y burgués llevó al abandono de la clase obrera por parte de la izquierda. Y, para colmo del progresismo, ha suscitado un auge de la derecha más conservadora. No hay que tener ni dos dedos de frente para ver esa realidad. No sólo eso, empujaron las causas identitarias hasta el absurdo, al punto de que lograron alienar a muchos de los que defendimos las ideas moralmente progresistas. Corrieron la ventana de Overton tan lejos que casi se ve como un punto en la distancia. Y en ese movimiento acelerado, definieron qué es el “bien” y quién está “mal”. Y parece que los únicos buenos son ellos
The road to hell is paved with good intentions
Y hablando de buenos y malos, el tercer error, y el pecado capital de esta izquierda frenteamplista, es el buenismo. Sueñan tanto con una sociedad inclusiva, tolerante, armónica e igualitaria que no se dieron cuenta de algo muy obvio. Esa sociedad es un sueño. No existe, no va a existir, y no debería existir. Y no, no es que esté en contra de esa sociedad idílica. Es que simplemente no se condice con la naturaleza humana. La desigualdad (no la inequidad, no confundir) y los diferenciales de poder son inherentes a las sociedades. Un ejemplo tan básico es el de cómo los padres tienen que tener poder de potestad sobre sus hijos. Un poder que, efectivamente, tiene que ir en declive conforme al desarrollo de un niño a un adulto funcional. Pero idioteces como el “soft parenting” (sí, lo digo con todas sus letras) han tenido consecuencias nefastas para el desarrollo de los niños. Hay generaciones completas con una intolerancia a la frustración y al conflicto que muchas veces son incapaces de coexistir con el “mundo real”. Otro ejemplo que es más cercano a lo que ha hecho el Frente Amplio, estaba en el segundo artículo de la nueva y fallida constitución: la igualdad sustantiva. Pretendían acabar con la desigualdad por secretaria. En la práctica, esto se traduce no sólo a igualdad ante la ley, algo que todos queremos, sino también a la igualdad material. Que todos tengamos acceso a lo mismo, básicamente vivamos del mismo modo, acabando con el esfuerzo y el mérito al hacerlos fútiles. Y acá viene el cuarto error. Querer manejarlo todo.
Sanitizados y apocados
Algo de lo que aún no se ha discutido mucho es como la mezcla del buenismo con el posmarxismo resulta en una inherente sanitización de las relaciones humanas. Cómo “van más rápido que su pueblo”, es su deber moral educarnos sobre el deber ser, y esto lo hacen a través del Estado. La izquierda frenteamplista pretende normar hasta el hartazgo los comportamientos entre personas. Es cosa de ver el intento de normativa sobre la Ley de Convivencia Escolar. Terminó siendo un mamotreto tan extenso como irrisorio, cuyo resultado, en caso de entrar en vigencia tal como está escrito, sólo va a colapsar más aún al poder judicial. Y sobre esto último, la sobrejudialización de los conflictos no sólo es burocrática y engorrosa, sino que también raya en lo negligente. ¿Por qué es negligente? Porque le quita agencia al individuo para desarrollarse y crecer como persona. Es en el conflicto donde uno aprende a controlar impulsos en pos de reacciones más racionales. Es en la incomodidad donde uno aprende a poner sus límites. Una sociedad sin roces es una sociedad aséptica, dónde la empatía deja de ser una virtud para convertirse en un vicio. Más aún, en un peligro. Y el mundo occidental ya está viviendo las consecuencias.
The Barbarians at the Gates
Quinto error, y este aplica a toda la izquierda progresista, sobre todo la europea, a la que el FA copió a imagen y semejanza: creer que el enemigo está entre tus compatriotas. En su afán de irse contra el “gran empresario” y “las multinacionales” (que no son inocentes, para nada), no vieron que los poderes económicos no eran el adversario más nefasto. El real adversario es el crimen. Es el narcotráfico que tiene a la juventud sumida en el consumo problemático de drogas. Es el crimen organizado, el que afecta de sobremanera a los más pobres. Es el terrorismo, que asesina a gente inocente por causas que le son ajenas. Pero no sólo no quieren apuntar al enemigo más pernicioso, niegan su existencia. El afán identitario no los deja ver que efectivamente ciertos grupos étnicos y religiosos están sobrerepresentados en las estadísticas de criminalidad. No son capaces de admitirlo. Peor aún, al ciudadano común le niegan la realidad que ven con sus propios ojos, lo tratan de convencer de que sus instintos están errados, lo tapan en epítetos de algo-ismo, lo tienen frustrado. Y esta frustración no se va a quitar a punta de talleres de concientización sobre el multiculturalismo. Muy por el contrario, la frustración va en aumento. Y, específicamente en Chile, la frustración ante las promesas incumplidas también se hace notar.
Por la boca muere el pez
Sexto, pero no el último error, los eslóganes. Palabras que finalmente te cobran la palabra. “Educación gratuita y de calidad”, para terminar con la peor calidad de educación en la OCDE. “Amiga, yo te creo”, para terminar siendo víctimas ellos mismos de la falta de presunción de inocencia. “Wallmapu Libre”, para terminar con el Estado de Excepción más largo desde la vuelta a la democracia. “No al TPP”, para terminar comprobando que ninguno de sus temores fatalistas sobre los tratados de libre comercio se hicieron realidad. “Nueva Constitución”, para terminar en un proceso constituyente que agotó a la ciudadanía. “No más AFP”, para terminar reivindicando la capitalización individual por sobre un sistema de reparto. “Nadie es ilegal”, para terminar con una crisis migratoria sin precedentes. “Cero emisiones”, para terminar estancados en una permisología que sólo ha acrecentado el estancamiento económico. Suma y sigue.
De Frente Amplio a Frente Acotado
Entonces, ¿cuál es la lección? ¿Qué es lo que no hay que hacer? Ser inflexibles, obstinados, cortoplacistas, y elitistas. Dicho esto, lo que sí hay que hacer es entender que a veces la contingencia implica abandonar lo importante en pos de lo urgente. Madurar lo suficiente para ver que lo que uno cree que es mejor para la gente no lo es necesariamente. Comprender que el chileno ya abandonó el espíritu refundacional por uno reformista. Dejar de apegarse tanto a la teoría para ver qué ocurre realmente cuando se pone en práctica. Entender a tu país en vez de mirarlo en menos y minimizar las dolencias del ciudadano común. El Frente Amplio debe reconocer que gobernar es un arte de adaptarse, no solo de soñar. Aceptar los errores no es caer, sino aprender a caminar mejor en la política. Aquí espero que este mandato sea el inicio de un crecimiento real, o el despertar a un sueño más alcanzable. Suerte con eso. Lo digo en serio.
