Piñera y la Unidad Popular (UP)

Rodrigo Ojeda.

Tras el conteo electoral, un 4 de septiembre de 1970 la UP y Allende obtuvieron una mayoría relativa que posteriormente fue ratificada en el Congreso Pleno. Así comenzó el experimento y la experiencia socialista en manos de la UP. Una época controversial con coletazos y ecos en el presente. Un 4 de septiembre de 2022, otro experimento refundacional fue rechazado desde las urnas y el recuento oportuno de los votos. El rechazo puso en pausa al octubrismo y sus secuaces incendiarios. El pueblo le dijo que no a la constitución de Atria y Boric. Septiembre es el mes de la patria y de elecciones con luces y sombras.

En pleno 2024 el Partido Comunista (PC) sigue declarando que la UP es un “proyecto inconcluso”, en el Frente Amplio (FA) creen de manera soterrada en el mismo mandamiento. El FA reconoce en Allende un liderazgo y dice nutrirse de la corriente histórica del socialismo. Cuesta entender desde el presente esa denominación de “proyecto inconcluso” y sus alcances en el siglo XXI, salvo desde el ideologismo de quienes no quieren opiniones divergentes del pasado ni en el debate, y ven en la UP su piedra angular y filosofal. El pasado es revisable y la historia se escribe con fuentes y testimonios. Un joven economista de 24 años presenció la UP y escribió un artículo desde su especialidad, llamado: “el costo social del gran experimento”. Un trabajo in situ sobre los dos primeros años de la UP, un análisis de la gestión económica realizado por el expresidente Sebastián Piñera en tiempos de la vía chilena al socialismo.

Piñera comienza señalando que el diagnóstico económico de la UP estuvo sustentado en lo “dogmático y por la dependencia ideológica”, forzando interpretaciones y estrategias económicas sin sustento técnico. Una economía con un enfoque populista que quedó al “servicio de la estrategia política” cuyo objetivo fue ampliar la base de apoyo de la UP en su tránsito del socialismo. Esas estrategias fueron de corto y largo plazo. Ambas, sujetas a los “intereses políticos de la Unidad Popular”. Intereses que descuidaron “notoriamente la ampliación de la capacidad productiva de la economía chilena”, y los problemas crónicos: la inflación y el estancamiento económico, con costos sociales de arrastre y sin solución.

El primer año de la UP fue de “redistribución”, un buen año de la mano de las capacidades instaladas por el gobierno de Frei Montalva en inversiones, reservas internacionales y otros factores positivos del momento. Un respiro, a corto andar se hicieron evidentes los costos del socialismo producto de un “pésimo manejo de la política económica”. Costos de la vía chilena que son “compartidos por una minoría, y rechazados por la gran mayoría”. El sector público “nunca funcionó como una unidad orgánica e integrada” tras la “fiebre de estatizaciones” y “el escaso talento técnico y administrativo”, fruto del cuoteo ideológico y político de los distintos componentes de la Unidad Popular; el técnico fue reemplazado por un militante o dirigente político. La fiebre estatista incorporó masivamente empresas sin definir prioridades ni una mirada sensata sobre las reales empresas estratégicas. El criterio técnico fue sobrepasado por presiones de dirigentes y trabajadores, generando “un caos” y efectos colaterales en lo cotidiano del país.

El joven Piñera confirma una vez más que el diagnóstico económico de la UP fue errado, basado en un dogmatismo e ignorancia con estrategias sin sustento alguno por parte de los “profetas del marxismo criollo… vieron lo que querían ver; vieron lo que veía Marx en la Inglaterra de 100 años atrás”. Profetas que manejaron irresponsablemente la política monetaria que alertó Piñera ante el “fantasma de la hiperinflación”. La UP agotó las paciencias y las reservas económicas, incluso pasó a importar alimentos. En lo económico no se improvisa ni reemplazas lo técnico por la “incompetencia de muchos de sus personeros”.

El análisis del expresidente Piñera abarcó los dos primeros años de la UP. Criticó desde lo testimonial, lo económico y los datos, subrayando en la falta de expertos, la improvisación económica y la toma de decisiones irresponsables en el forzado tránsito al socialismo. El año 1973 confirmó mes a mes el descalabro económico y los costos sociales que padecieron los sectores más desposeídos. Tras la publicación del libro de la Editorial del Pacífico durante el mismo año (Chile. El costo social de la dependencia ideológica), la tesis de Piñera quedó confirmada, lo ideológico de la vía chilena estuvo por sobre lo técnico; la UP derivó en un fracaso. Muy poco de ese fracaso la izquierda frenteamplista conoce y reconoce. La Unidad Popular ofreció mucho, pero terminó concretando poco. El texto constitucional del octubrismo ofreció todo y se quedó sin nada, sin reconocer hasta ahora las culpas propias.

El PC insiste en ver en la UP un proyecto inconcluso; es de esperar que no nos toque padecer nuevamente la improvisación, la incompetencia y el dogmatismo en la toma de decisiones, ya fue suficiente con “el estallido” y los ensayos constitucionales. La UP fue un experimento que produjo la división de la sociedad en polos beligerantes y excluyentes que nos llevaron al precipicio. Aún existe una minoría que no quiere asumir ese experimento como un fracaso propio, sin delegar las responsabilidades políticas e históricas. El PC durante septiembre eleva siempre el mismo volantín y culpan al viento de todo (el FA es un volantín errante). Elevan el antagonismo entre opresores y oprimidos, con una dosis incendiaria de odiosidad sobre sus enemigos. El catálogo de demandas y enemistades fue declarado en su “fiesta de los abrazos”. Para el PC, Piñera fue un opresor y un enemigo, a quien no acompañaron en el funeral de Estado realizado, ya que los comunistas no perdonan ni olvidan.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia

Autor de la Columna

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