Chile durante el año 1879 entró en guerra con rivales fronterizos. Bolivia la decretó y Perú intervino dando cumplimiento al tratado secreto ante el “lamento boliviano”. Argentina quedó al acecho territorial allende los Andes. El destino o guión histórico unió nuevamente a Prat con la Esmeralda en el mar del norte. La Guerra del Pacífico contó con enfrentamientos marítimos y terrestres. Precisamente en el mar se jugó parte importante del conflicto e Iquique se convirtió en un punto estratégico en pugna. Tras el bloqueo chileno a cargo de Prat y Condell, el puerto contó con la presencia de la ruinosa Esmeralda y una refaccionada Covadonga.
El bloqueo fue parte del plan naval durante mayo de 1879. El resto de la flota de guerra (la sección poderosa) zarpó de acuerdo a la misión secreta. A Prat se le preguntó que haría en caso de toparse con el invencible Huáscar, a lo que respondió escuetamente: “lo abordo”. Los rivales peruanos contaron con dos poderosos buques: la Independencia y el mencionado Huáscar. El destino quiso que ambas flotas no se cruzaran ni enfrentaran en el Pacífico. La densa niebla ocultó a las flotas y evitó el combate naval de fuerzas rivales y parejas. Perú zarpó con la misión de desbloquear el puerto de Iquique, misión que consideraba destruir todo a su paso y de ser necesario seguir hacia el sur.
El amanecer del 21 de mayo de 1879 contó con la presencia de la inconfundible Independencia y su letal armamento abordo, además de su característico espolón de acero. Mismo amanecer que presenció la llegada del “blindado” Huáscar, un buque poderoso por su velocidad, armamento y sangriento espolón. En contraste, el bloqueo chileno contó a bordo de los custodios con cañones anticuados y puestos en funcionamiento (parchados). La rada de Iquique presenció los desplazamientos de la Covadonga y de una complicada Esmeralda, una presa fácil ante la estrategia del espolonazo. Consciente de esas limitaciones y debilidades, Prat decidió planificar estratégicamente y ensayar un eventual abordaje.
El 21 de mayo posee dos caras de una misma moneda, por un lado la misión secreta de atacar a Perú en El Callao a cargo de la flota poderosa, y la otra cara, el bloqueo de Iquique. El enfrentamiento fue inevitable y una contienda desigual. Los “humos al norte” del enemigo fueron una señal inequívoca del enfrentamiento con la convicción de “jamás la bandera arrear”. Con todo en contra, Prat decidió entrar en combate. El intimidante Huáscar se arrojó ante la débil Esmeralda. El ataque chileno rebotó y fue más sonoro que efectivo ante el blindaje. Por suerte, la mala puntería peruana permitió un respiro ante la acorralada corbeta, hasta que la Esmeralda fue atacada por tierra a la par de nuevos cañonazos del blindado. Grau espero sin éxito la rendición. Los muertos estaban desparramados en la cubierta y la Esmeralda quedó inmovilizada por completo, las cartas estaban echadas ante un espolón sediento. De ese modo, llegó el primer espolonazo y la respuesta fue el salto heroico de Prat, Aldea y de un marinero. La incrédula cubierta peruana los recibió con disparos, Prat fue ultimado con un proyectil fatal a corta distancia.
La gesta del abordaje no fue todo lo sucedido, la tripulación sobreviviente decidió morir combatiendo y cumplir el mandato de no rendirse. Acto seguido, se produjo el segundo espolonazo y un nuevo abordaje chileno en la cubierta peruana. A mediodía del 21 de mayo, llegó el tercer, final y fatal espolonazo del Huáscar. La Esmeralda se hundió en la inmortalidad a las 12:10 horas. La bandera chilena se sumergió sin rendirse en la contienda desigual; un “vencer o morir” que se hizo carne tras gesta la de Prat y su tripulación. Un combate que debió ser breve para el potente Huáscar quedó rodeado de silencio, los diversos testigos del momento señalaron que no existió algarabía ni mayor celebración tras el triunfo de Grau. Por el contrario, el hundimiento estuvo acompañado de expectación.
El plan de Prat siempre consideró las limitaciones de la corbeta y lo desigual del combate. El salto y abordaje que pensó consideraba otra arista táctica: tomar la torre de comando del Huáscar. Arrancar y rendirse no fueron opciones, la resistencia del buque y la tripulación enaltecen el liderazgo y ejemplo de Prat; cada uno supo cumplir con su deber hasta el último cañonazo de la Esmeralda, la contienda quedó equiparada en arrojo y heroísmo, David venció a Goliat. Los cables noticiosos informaron con desfase lo sucedido en la rada. Tres días después se difundió la noticia de la resistencia, el telégrafo reportó la hazaña, el gesto de Prat y su tripulación. Las calles de las principales ciudades chilenas se llenaron de ovaciones. En todo el mundo se comentó lo sucedido. La propia prensa peruana enalteció la gesta de la rada de Iquique y el abordaje inmortal. El almirante Grau, el vencedor, redactó una carta sin escatimar elogios sobre el valiente Prat durante el combate entre el barco de madera y la mole blindada. La contienda desigual duró tres horas y media.
El capitán Prat es un ejemplo en todas las marinas del mundo, su lugar en el panteón está asegurado eternamente, su espada aún brilla en la cubierta del Huáscar. Un gesto enaltecido por su adversario, el gesto de Grau no es mera cortesía, rindió pleitesía y respeto al combate que se extendió más allá de lo planificado. Grau se enfrentó a una “obstinada resistencia” de la Esmeralda. Grau se preocupó de rescatar a todos los sobrevivientes pidiendo a gritos que no los ataquen al estar indefensos. La izquierda ha intentado a través de su historiografía y de las artes, desperfilar y destronar al capitán Prat, el héroe de mayo, espada en mano ha sorteado los distintos intentos conceptuales y de puestas en escena. Su gesta no se opaca y el abordaje lo vuelve eterno. Murieron 148 tripulantes de la Esmeralda.
¿Existen los héroes? Sí y no (queda a su criterio), tal vez ambas respuestas sean correctas y requieren de argumentos, no de anularse ni de censurar la respuesta del otro desde la intolerancia. Todos tuvimos y tenemos héroes, todos fuimos y seremos héroes anónimos de alguien. Ser héroe no requiere de nada ajeno a lo humano, sólo requiere de convicción y sacrificio en lo cotidiano. No renuncien a los pequeños y grandes gestos ni gestas en el día a día, hoy más que nunca necesitamos de más héroes e. Equivocadamente renuncié a ser visto como tal.
Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia y Ciencias Sociales.