El fracaso cultural de la Nueva Derecha y el peligro de la tentación populista en el libertarianismo

Por Francesca García Vicepresidenta de Libres

El 6 de enero de 2021 fue un día que quedó en los registros de la infamia.

Ese día partidarios del ex-presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asaltaron el Capitolio en Washington DC en medio de acusaciones de un supuesto fraude electoral que le habría dado la victoria a Joe Biden. Nadie podría haber anticipado que justo dos años después, el 8 de enero de 2023, la historia se repetiría en Brasil. Partidarios de Jair Bolsonaro asaltaron las sedes de distintos poderes del estado en protesta a la asunción del poder de Lula da Silva, en medio, nuevamente, de acusaciones de fraude.

El fracaso cultural de la Nueva Derecha y el peligro de la tentación populista en el libertarianismo
Mark Twain observó, “La historia nunca se repite, pero muchas veces rima”.

La polarización es un problema mundial

Todos estos acontecimientos se dan en el marco de un ciclo eleccionario muy polarizado a nivel mundial, en el que constantemente vemos el mismo escenario de segunda vuelta: progresistas, que poseen nexos con la ultra-izquierda, enfrentados a ultra conservadores y reaccionarios pertenecientes a la “nueva derecha” en un ciclo vicioso donde pareciera que los ciudadanos se ven obligados a renunciar o a la libertad económica o a la libertad moral, forzados a caer en uno u otro extremo.

Los Libertarios y la tentación populista

En este contexto, es usual que algunos Libertarios de tendencia conservadora, o que hayan caído en el relato de la Nueva Derecha, tengan la tentación de querer justificar actos como el asalto al Capitolio o el más reciente intento de golpe en Brasil, como una respuesta natural del pueblo virtuoso que lucha contra el autoritarismo y el populismo de izquierda, basándose en la teoría de supuestos fraudes electorales y en la amenaza de la destrucción del orden que permite los derechos de propiedad y la libertad individual.

Si bien es válido que se puedan hacer esas interpretaciones, considerando la tendencia de la izquierda populista a atacar el “Neoliberalismo” cuando está en el poder, o de intentar refundar el orden institucional liberal como ocurrió el 18 de octubre de 2019 en Chile, la verdad es que estos actos, más allá de buscar derrocar al estado y a su capacidad de volverse tiránico, lo cual podría considerarse como un ideal libertario, buscan perpetuar en el poder a líderes populistas que no son mejores que aquellos que asumen el recambio de poder.

Los extremos son peligrosos para las libertades

Desde la perspectiva libertaria, es un error fatal pensar que hay extremos menos malos. De hecho, si se busca subvertir el estado para acabar con su monopolio por sobre la violencia y emancipar a los ciudadanos, también es un error querer hacerlo a través de métodos que no consideren un cambio cultural profundo, ya que el contexto social en el que nos vemos envueltos genera que el estado, finalmente, sea inevitable. Cualquier intento por derrocarlo va a desembocar en su resurgimiento y en qué el ciclo vicioso del poder continúe.

Si los libertarios realmente desean superar al estado como institución que concentra el monopolio por sobre la violencia, deben generar cambios persuasivos y culturales que permitan que las personas no repliquen las tendencias violentas y autoritarias que finalmente conllevan al resurgimiento de los estados y esa no es una tarea realizable en el corto plazo.

Es por lo mismo que los libertarios deben ser capaces de trabajar, tanto a nivel de difusión cultural y educacional como a nivel institucional, en colaboración con el liberalismo para así generar un contexto más amigable para las ideas de la libertad, que permita una real emancipación de las personas y genere una paz social que no dependa del estado para mantenerse y, así, lograr que el estado deje de ser inevitable y se vuelva prescindible.

La “nueva derecha” es liberticida

Es por lo anterior que es importante, cuestionar por qué se ha permitido que el discurso de la “nueva derecha” siga ganando adeptos en el mundo liberal y libertario, sin poner en duda a estos grupos que, en nombre de la lucha contra la izquierda populista, buscan perpetuar un orden igual de liberticida. Esto no significa darle un pase gratis a quienes quieren acabar con la libertad económica y con el consenso cultural que permite tener derechos de propiedad, sino que implica ser igual de críticos contra personajes como Evo Morales, Ortega, López Obrador y Maduro y contra Bolsonaro y Trump.

Hoy más que nunca debemos ser capaces de defender la libertad económica, pero también la libertad política y cultural, es decir, la libertad de desarrollar tu proyecto de vida sin dañar al resto y no claudicar ante caudillos populistas.

Pero aún hay esperanza. Ya hay creadores de contenido, pensadores, ciudadanos y proyectos políticos que comienzan a cuestionar este fenómeno. Nosotros, quieres nos consideramos libertarios, tenemos la responsabilidad de abandonar los relatos liberticidas y terminar con la polarización y el populismo.

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