Los talibanes y su pasión (homicida) por lo imposible

Por Beatriz Sotomayor

Partiré recalcando lo obvio y terrorífico: condeno con todo mi corazón los horrores que están viviendo las mujeres afganas. Vivir sin voz y sin la más mínima libertad es algo que no le deseo a nadie.

Sin embargo, el horror no es un buen punto de partida para el análisis, precisamente porque busca apagar la razón, intimidarla y apabullarla. Si vemos a los talibanes como monstruos, no solo no podríamos comprenderlos, sino que además les otorgaríamos un sitial de honor en nuestra imaginación, algo que no se merecen ni pienso concederles.

Esta columna tiene tres partes: un poco de historia de las mujeres afganas, un poco de historia pop de los talibanes y una corta reflexión sobre el utópico reino talibán de la virtud.

Este no es el Afganistán que soñó la Reina Soraya

Las mujeres afganas probablemente sienten nostalgia por su propio movimiento feminista y modernizador, que tuvo entre sus campeonas a la Reina Soraya (1899 – 1968). Hace poco menos de 100 años, en 1926, el Rey Amanulá Khan declaraba: “Yo soy su rey, pero la ministra de Educación es mi esposa, su reina”, dejando claro el rol de Soraya en el proceso de modernización de la nación. 

Basta con ver fotografías de las mujeres afganas en los años 70 para confirmar que su desolador presente no estaba escrito en piedra.

Let’s back the Taliban: ¿Qué podría malir sal?

La Guerra Fría fue un momento de gran fortuna para los talibanes. Basta con recordar Rambo 3, donde “Rambo tiene que rescatar a un coronel americano en su honorable misión de dotar de armas a los talibanes afganos en su lucha contra la URSS”, o ver Charlie Wilson’s War, una película dedicada a un político texano empeñado en llenar de armas y dólares a los talibanes, bajo la premisa de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Su obituario en El Mundo se tituló con justicia: “Muere Charlie Wilson, uno de los creadores de los talibán”.

Este fue un error que Estados Unidos pagó caro. Si desea profundizar, recomiendo War Machine con un hilarante Brad Pitt (en Netflix).

La utopía talibana

Los talibanes pretenden “devolver” a su sociedad a una supuesta edad de oro que, si bien existió como lo atestigua la magnífica Córdoba en España, era una sociedad mucho más libre y cosmopolita de lo que ellos imaginan.

Las nuevas medidas restrictivas contra las mujeres afganas pretenden ser “…de gran ayuda para la promoción de la virtud y la eliminación del vicio”, según el vocero del régimen, Maulvi Abdul Ghafar Farooq.

Robespierre expresó algo similar con gélida elegancia: “El terror no es más que una justicia rápida, severa e inflexible; por lo tanto, es una emanación de la virtud”.

Oprimir a las mujeres en pos de la “virtud” no es nada nuevo, y la pasión humana por alcanzar sociedades “perfectas” nadando sobre mares de sangre y lágrimas tampoco sorprende a estas alturas.

Lo fundamental es que la virtud como aspiración utópica social es un imposible. La diversidad humana y la libertad de conciencia y pensamiento que nos define no permiten que nos pongamos esa camisa de fuerza libremente, y por lo tanto, como Robespierre reconoció, la otra cara de la virtud es, por fuerza, el terror.

La ecuación “el fin justifica los medios” + “el fin es imposible” me recuerda a una declaración del escritor francés Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine: “La más homicida y la más terrible de las pasiones que se puede infundir en las masas es la pasión de lo imposible”.

El terror que hoy vemos en Afganistán, alimentado por una ideología que busca imponer un imposible, no es más que la manifestación extrema de una búsqueda de control y pureza que ha marcado la historia humana con sangre. 

La práctica de “virtud-terror” talibana es insostenible; su propia impotencia para destruir la espontaneidad les llevará a tomar medidas cada vez más extremas, causando una pérdida progresiva de apoyo popular, pues su interés disciplinario no se confina solo a las mujeres.

La lucha por la libertad, la dignidad y la diversidad es inevitable. La pasión por lo imposible puede destruir mucho en su camino, pero nunca logrará silenciar el anhelo de libertad que reside en cada ser humano.

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