Torniquetes, cenas y allanamientos.

Seamos sinceros, es mejor que nos sonrojemos ahora de una vez y no caigamos en los arrebatos de indignarnos y salir a romper y quemar todo, porque ya vimos que esas pulsiones experimentadas no resolvieron nada, hoy todo es más adverso para quienes no hemos sido invitados a la casa de Pablo.

Chile en su conjunto es más corrupto y más hipócrita. Es hora de interpelar a quienes lo ven y bajan la cabeza porque el pillo se pasea y ostenta de hacer trampa en las distintas actividades del día a día, desde lo más simple hasta la toma de decisiones. Nos dijeron que usaban “cuello y corbata”, pero otros hoy usan las últimas zapatillas de moda de grandes transnacionales y marcas en sus vestimentas. Manejan autos de lujo mientras retumba la música urbana.

Algunos nostálgicos aún recordamos esa dinámica de adivinanzas mediante pistas, en las cuales decíamos: escena uno, escena dos… hasta adivinar el nombre de la película o broma de moda. Intentemos algo parecido.

Escena uno: un abuelito (persona mayor dirán los defensores del todo y la nada) se ubica en una fila para cargar su tarjeta de metro, mientras espera un joven salta el torniteque, el abuelito se indigna y le dice que no es justo que haga eso, el joven “no pesca” y camina en modo “zombie”. Ese mismo abuelito juntó sus monedas en el mesón. ¿Por qué ese abuelito no pasa gratis por un acceso cómodo a modo de retribución? Esa es otra discusión.

Escena dos: en otra estación del metro, un grupo de escolares de un colegio particular de elite (particular pagado les gusta decir a esos apoderados para diferenciarse), con uniforme visible con los colores de la bandera alemana saltan los torniquetes a mediodía, incluso uno de ellos primero lanzó su bolso deportivo y después saltó con ciertas complicaciones. Pregunté en el mesón y me dijeron que era recurrente.

Por razones de espacio y mantener la escasa atención (hoy varios se jactan de ser dispersos y otro de no leer la prensa) no agregaré más escenas porque usted al igual que yo lo ve a diario y está cansado. ¿Cómo se llama la película? No lo sé, pero estoy hastiado que transversalmente el pillo caminé por las grandes alamedas. No es gratis asumir que evadir es otra forma de luchar, no creo que aplique si evado mis impuestos y deudas, no me sentiría precisamente un luchador. Hoy gobiernan algunos que saltaron torniquetes y otros desde sus partidos están siendo formalizados. Hoy cientos de familias repactan sus deudas y deciden pagar porque saben que es lo que corresponde.

Otros pillos transitan por las grandes autopistas y carreteras, accedieron a educación y después a cargos públicos desde los cuales hicieron todo mal y hoy desfilan por otras pasarelas: las de los interrogatorios, y formalizaciones. Vemos casos en el norte, en el centro y el sur del país, el pillaje es transversal desde las fundaciones hasta las municipalidades en la angosta franja llamada Chile. Perdón  lo coloquial: “se están choreando la plata de los más pobres”. La corrupción llegó para quedarse porque ser pillo es un nuevo villano anti sistema.

Hace muy poco mirábamos allende los andes y decíamos que locos los argentinos eligiendo a otro loco que dice va a combatir la corrupción y a los chorros (los pillos trasandinos). La corrupción y la hipocresía hoy están instaladas en la cultura y la experimentamos a diario, algunos osados nos piden apagar la TV y no ver matinales. Incluso nos dirán que se arregla con mayor educación y con clases de ética, olvidando que se parte por casa y que después el colegio refuerza y complementa. A las escuelas y profesores se nos pide el todo y que arreglemos todo cual alquimistas y chamanes ante generaciones que creen que todo es posible y gratis.

Dentro de la nostalgia y cansancio del triste espectáculo recordé una frase clave y quizás olvidada de un visionario que llamó a ser: “buenos cristianos y honestos ciudadanos”, pero el compa Peso Pluma (la doble P) pesa más.

Rodrigo Ojeda – Profesor de Historia

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Autor de la Columna

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