Es un alías de un personaje ficticio de historietas, fue un aliado del Capitán América hasta que una amnesia e intervención quirúrgica lo transformaron en un agente encubierto y asesino programado; un cambio de bando orquestado por la ciencia moscovita. No egresó del Colegio Verbo Divino ni estudió derecho en el patio del poder (la Universidad de Chile). Tampoco se convirtió en diputado por el distrito 10 ni declaró recientemente sobre lo “marginal” de los daños y costos asociados a la violencia del llamado “estallido social” durante el año 2019. Después, el soldado de invierno retomó el camino correcto y revirtió su programación soviética.
Gonzalo Winter, es diputado y militante del Frente Amplio (FA), llegó al Congreso por primera vez vía arrastre electoral. Hoy, cumple su segundo periodo parlamentario y no pasa desapercibo por su cercanía con el Presidente Boric, su influencia al interior del FA y, cada cierto tiempo sus polémicas vía redes sociales y declaraciones, además de su inconfundible sonsonete. Winter, recubre el octubre de 2019 con una mística revolucionaria y celebró la movilización de las masas, porque al igual que otros, vieron que era posible refundar el país desde la calle, con la presión social acorralando a los enemigos declarados: el sistema neoliberal, la constitución y Piñera. Es llamativo e irresponsable, que un diputado representante de las comunas de Santiago y Providencia se refiera al costo y daño catalogándolo de “marginal”. Es decir, “de una importancia secundaria y escasa”. No sólo el centro capitalino sufrió la violencia de las hordas octubristas (justificada por algunos en la desigualdad del sistema). Los centros comerciales en distintos lugares del país siguen fortificados, con fachadas recubiertas con rejas y latones con aires lúgubres. Los costos en daños en las comunas que representa el diputado y en otras zonas de Chile son cuantiosos y dolorosos, más allá de las cifras materiales y los efectos inmateriales en la sociedad. Algunos ejes comerciales no volvieron a ser los mismos. Las palabras del diputado no son marginales en el FA.
Pronto se cumplirán 5 años del 18 de octubre de 2019, la izquierda vieja y nueva sigue hablando de “estallido” con un relato que intentaron constitucionalizar acompañados de la primera línea y de convencionales pintorescos. Lo “marginal” expresado por el soldado Winter es lo que muchos creen, la violencia es una vía legitima para derrocar “el neoliberalismo” y superar la constitución de los cuatro generales. Hay quienes creen que los cambios sociales pasan por la movilización y presión social porque los antagonismos son eternos y se van renovando con universitarios reprogramados, movimientos sociales y otros profesionales de las marchas. No hay que olvidar que los villanos de la “primera línea” fueron recibidos con honores, amnistiados e incluso becados (pensiones de gracia). Los marginales con capucha fueron útiles durante la crisis de 2019 con un pliego casi infinito de todo lo que estaba mal bajo la presidencia de Piñera y los 30 años. ¿Cuánto de ese pliego ha sido resuelto? ¿Por qué el FA y el Partido Comunista no firmaron el Acuerdo por la Paz Social? Dicen, que tomará al menos 30 años recuperar lo alcanzado en los vilipendiados 30 años. Décadas que fueron indignas ante la sensibilidad frenteamplista representada por el soldado Winter.
El relato del FA incluye dosis de soberbia e indolencia, con aires revolucionarios desde sus privilegios (otros son la carne de cañón), porque ellos no padecen los costos de las crisis sociales ni las secuelas del “estallido” octubrista. En ningún caso el Chile del 2019 era un “oasis”, ni estaba todo resuelto. Guste o no, fue irresponsable el llamado a “saltar torniquetes” y “quemar todo” para solucionar las desigualdades y expectativas. La dignidad prometida no llegó y la rebautizada plaza (no fue la única) ya no es venerada; la fiebre revolucionaria se ha estabilizado, pero, no se ha extinguido, algunos soldados siguen en campaña.
Los intelectuales (salvo excepciones) romantizaron la crisis de octubre, vieron al hombre libre transitar e incendiar las grandes alamedas, vandalizando absolutamente todo con capuchas y bombas. El Estado quedó acorralado por la violencia octubrista y no pocos pidieron que Piñera fuese ejecutado en la plaza pública; fue una revolución con empanadas, pitos y vino tinto. La calle logró la rendición constitucional, sólo faltó la toma de La Bastilla y la refundación estuvo a cuadras de La Moneda. El octubrismo obtuvo triunfos no menores. Esa forma de ver la sociedad desde lo maniqueo, con enemigos y la lucha de clases a cargo de la primera línea. Por ahora, Winter y el rebaño condenan la violencia táctica y selectivamente. Fueron ambiguos con el fuego e indolentes ante los costos sociales y materiales, que en ningún caso fueron marginales. Aún quedan cenizas y soldados de ese octubre infernal.
Enhorabuena, una lúcida intelectual se atrevió con valentía de heroína a golpear la mesa. Para Lucy Oporto, la mirada con la cual ha sido visto el “estallido” es insuficiente y partisano. Cree que existió un objetivo planificado de la mano de la vandalización y destrucción desde lo irracional; una barbarie que azotó las ciudades y utilizó la violencia con fines políticos, es decir, una asonada insurreccional con ribetes de jauría y locura mediante soldados reprogramados en lo cultural que gozan con la disolución y la degradación. Lucy, no vuela ni tiene superpoderes, tiene un escudo racional que la protege y un compromiso con la verdad universal. La capitana Oporto ha soportado críticas y cuestionamientos al exponer su punto de vista ante lo decadente y los intentos por establecer una mirada única sobre el pasado reciente. Es de esperar que otros se sumen y se alejen de lo políticamente correcto. Nunca más un “nos fuimos quedando en silencio” ni un “no lo vimos venir” ante un soldado de invierno acuartelado.