Descubrir a Francesca: Un testimonio de mujer trans y autista

Durante gran parte de su vida, sintió cosas que no comprendía: ataques de pánico, hipersensibilidad a estímulos auditivos, síntomas depresivos, ansiedad para comer y no se reconocía en su cuerpo. En sus primeros años de universidad, al pasar por terapias, una especialista tuvo la sospecha de que Francesca podía ser autista. A sus 21 años, se confirmó este diagnóstico. Esto fue una gran noticia para ella, ya que podía entenderse más a sí misma, pero aún había otra gran parte de ella que se escapaba de su entendimiento. Varios años después, a los 29, supo que también es una mujer trans.
Francesca García (31 años) es chilena y vive en Santiago. También es cantante lírica, activista y vocera del proyecto Libres Chile, un movimiento político que defiende libertades morales y económicas. En esta entrevista cuenta los desafíos y estereotipos que debe afrontar como mujer trans y autista, cómo llegó al diagnóstico de autismo siendo adulta, su necesidad de hacer la transición,  así como los cambios que impulsa desde su activismo y actividad política en favor de población autista y trans.

¿Es difícil ser autista y trans?

No puedo hablar por todos los autistas o todas las personas trans, pero, en mi caso, sufro. Tiene que ver más por factores ambientales o extrínsecos a mi persona y que no puedo controlar. Estar lidiando con los estímulos sensoriales del ambiente, de la necesidad de conseguir audífonos que me bloqueen los estímulos, el hecho de transitar este cuerpo son cosas que me hacen sufrir, pero no puedo hegemonizar el discurso y hablar por todas las personas autistas o trans. Hay gente que no lo sufre y también es válido.

Por otro lado, siento que he tenido una posición privilegiada. Más allá del status socioeconómico, creo que he tenido acceso a información que no siempre está disponible para todas las personas. He tenido la suerte de tener terapeutas competentes, a mi mamá y a mis amigas que también me apoyan, pero sé que no es la realidad de todo el mundo y eso me pone en posición de privilegio.

¿En qué momento conoces que eres autista y trans?

El diagnóstico de autismo vino primero, hace casi diez años, en el 2012, y el de disforia vino después, en el 2019.

¿Cómo llegas al diagnóstico de autismo y qué supuso descubrir que eres autista?

Yo estaba en segundo año de universidad cuando me diagnosticaron autismo. No voy a entrar en detalle, pero tuve un conflicto con algunas amigas. También tenía constantemente ataques de pánico. Fui a terapia y después de muchas conversaciones salió la pregunta de por qué podría estar generándose esto. Como parte de las indagaciones de la terapeuta y preguntas que hizo a mi madre, me dijo que tenía la sospecha de que tuviese el trastorno del espectro autista (TEA). En ese proceso, consulté con varias terapeutas más. Finalmente, se confirmó que tenía un autismo de alto funcionamiento —como se le decía en ese entonces—.
Para mí fue un alivio. Pude comprender varias cosas que me estaban pasando y por qué me estaban pasando. Todo me hacía mucho más sentido.

¿Qué manifestaciones del autismo reconociste en ti?

Mi mamá recuerda que cuando era pequeña yo tenía muy buena memoria y un lenguaje un poco académico para tener 5 años. Era como lo que suelen decir que los niños autistas son pequeños profes. También era hipersensible a los estímulos auditivos. Mi madre nunca comprendía por qué todas las celebraciones de Año Nuevo tenía ataques de pánico. Esto me pasaba tanto por los estímulos auditivos invansivos (de las fiestas) y que siempre había demasiada gente.
Decir cosas de manera literal. Yo no filtraba lo que decía. Me pasó una vez que una amiga se había hecho un flequillo hasta la mitad de la sien. Yo le dije: “Amiga, te ves horrible”. No se lo dije para hacerla sentir mal. Ella  se enojó y me dejó de hablar como medio año. Con el diagnóstico, comencé a entender ese tipo de situaciones.

Desde tu perspectiva, ¿el autismo es una discapacidad?

El autismo es una condición divergente biológica, básicamente consiste en una lista de pequeñas dificultades a nivel social, en ciertos intereses y actitudes repetitivos, varios tics, pero también hay facilidades para otras cosas.
Hay características de las personas autistas que no se comprenden muy bien. Se dice que los autistas no tenemos empatía, pero no es verdad. Si yo veo a una persona triste, también me voy a sentir triste. Lo que falla es cómo reacciono a ese estímulo. Ahí es donde está la torpeza social. En ese sentido es correcto hablar de discapacidad.

¿Y has sentido prejuicios de las demás personas cuando perciben o saben que eres autista?

Siento que hay un infantilización. Si le dices a alguien que eres autista se imaginan los estereotipos de la persona que está todo el tiempo en posición fetal o piensan que hay un retraso. Vienen un montón de prejucios que no vienen al caso. También hay quienes piensan que vas a ser como Sheldon Cooper de The Big Bang theory, con una super inteligencia, que vas a recordar nueve mil ecuaciones matemáticas y que las vas a resolver en un segundo. Son dos estereotipos muy contrapuestos.
La representación del autista en las películas y series es de un autismo demasiado perfecto. Me refiero a que cumplen con todas las condiciones para ser visible, como en la serie Atypical. A muchas personas autistas nos choca un poco porque el protagonista no representa a una persona autista real. Eso no ayuda. A veces te dicen: “Tú no te pareces a tal personaje”. Somos distintos individuos, cosmovisiones, tenemos distintas experiencias de vida, no podemos ser 100% un personaje de una serie.

Aún así, ¿crees que hay mayor visibilidad?

Sí, pero es muy romantizada. ¿Cómo logramos una representación que sea funcional para dar visibilidad? Creo que se puede crear un personaje autista, pero que no sea el autismo lo que defina.
En el caso de descubrirte como trans, ¿cómo fue este proceso?
Con el diagnóstico del autismo, hubo cosas que se me solucionaron y otras que no. Aún me sentía depresiva, tenía ansiedad para comer. Me pasaban muchas cosas que no sabía de dónde venían. No reconocía mi cuerpo, no me reconocía en el resto. Fue otro proceso de ir entendiendo e ir buscando.
Salió un diagnóstico que yo tenía disforia. Nuevamente me hizo más sentido. Ahora pude completar la parte del puzle que me faltaba. Pude entender por qué me pasaba o sentía “x” cosa, por qué a los 10 años, por ejemplo, veía mis genitales y quería que desaparecieran, o que fueran otros. Si hubiese tenido información desde antes, hubiese entendido lo que me pasaba de mejor manera.

¿Cómo tomaron tus padres la noticia?

Mi madre estuvo en negación, pero actualmente está más abierta al tema. Con mi papá no hablo hace muchos años. No sé qué postura tendrá al respecto, pero siempre fue un hombre muy hombre para esos temas, así que no debe estar muy feliz.

Antes de asumirte como mujer trans, ¿hablabas con alguien sobre cómo te sentías con respecto a tu identidad de género?

Tenía esta inquietud y disconformidad muy fuerte, pero no era algo que normalmente hablara. Yo no lo entendía. Asumía que era una persona afeminada. Recuerdo que en los videojuegos siempre me creaba personajes de mujeres. No me podía ver como hombre.

Hace 14 años aproximadamente, le dije a una prima que creía ser gay. No era porque me gustaran los hombres, sino porque sentía algo distinto en mi forma de ser. No me reconocía en el espejo. Era gay en mi ignorancia. Luego lo descarté.

Pero luego compartiste con tus amistades que eres trans…

Después de confirmar la disforia, al contarle a mis amigas, me dijeron: “Sí nos habíamos dado cuenta”. Y yo: ”¿Cómo?”. Me respondieron que yo hablaba de mí en femenino y hacía preguntas que les hacía sospechar cosas como cuando a una de ellas le consulté si después de los 18 años podía transicionar. Subconscientemente había todo un tema de querer transicionar, pero suprimido.

¿Has encontrado grupos de autistas o trans con quienes has podido compartir tus experiencias?

Tener los diagnósticos tardíos me facilitó no buscar identificación identitaria o gregaria, es decir, el estar buscando la misma tribu que comparte exactamente lo mismo que yo estaba pasando. En ese sentido, me siento más cosmopolita, ya que tengo una variedad de vínculos de distintas experiencias de vida.

Con el autismo, no he intentado buscar amigos que sean propiamente autistas, pero sí he formado vínculos de apoyo con autistas. Por ejemplo, por Tinder conocí a una amiga autista. Luego, también conocí a una integrante de ASPERgirls Chile, que es una de las organizaciones de autismo más importantes.

Intenté también meterme a comunidades trans en redes sociales, pero siento que la comunidad trans en general es muy tóxica. Creo que he tenido mayor aceptación o apoyo en las comunidades de lesbianas que en las comunidades trans. No sé si es por el momento ideológico actual, ya que están muy enfocadas en lo queer. Por ejemplo, no se puede hablar de disforia. Este sector ve el género como más performatico, quieren reconocimiento social y no tanto en el espejo.

No coincides con esta visión…

A mí si me interesa el reconomiento en el espejo. Valoro las experiencias de las otras personas, pero no puedo hegemonizar ese discurso. El decir que esa es la experiencia trans y decir que todas las personas trans deben dejar las hormonas… no me parece.

Es complejo porque hay muchos discursos en círculos más progresistas que dicen: “Tú no naciste en el cuerpo equivocado. Tú estás en el cuerpo de mujer…”. Yo sí siento que estoy en un cuerpo equivocado. Me hace ruido todo esto. Me violenta.

Si tú no tienes disforia, que no te sientes en el cuerpo equivocado, perfecto por ti, pero hay mujeres trans que sí sentimos estar en el cuerpo equivocado. A mí no me gusta tener pene. Que haya gente que diga todos los cuerpos son válidos lo encuentro un poco violento. Minimiza una experiencia que es muy real.

¿Estás planeando hacer la transición?

Sí. Espero que cuando tenga los medios económicos pueda hacer la cirugía de reasignación sexual. Es importante la verdad. Cuando compré mis primeras hormonas, fue tanta la emoción que lloré. Este mes cumplo seis meses tomándolas. Se supone que a partir de este tiempo se presentan cambios más físicos.

¿Qué opinas sobre Chile en cuanto a su avance en su inclusión hacia población autista y trans?

Le falta todavía. Incluso en los círculos más progresistas, hay desinformación del tema. Se cree que lo que uno experimenta no es para tanto. Por eso está el activismo de Aspergirs Chile o la Fundación The OZ, que hacen bastante difusión, pero en general la población está muy en pañales. Hay muchos estereotipos y discriminación.

¿Por qué comenzaste tu activismo?

Una vez me entrevistó la Fundación The Oz y leí comentarios de la gente diciendo que mucho de lo que dije no lo conocían. Me comprometí conmigo misma el concienciar sobre la disforia, el autismo porque faltan voces. Las hay, pero no son las suficientes. Mientras más gente hable del tema es mucho mejor.

Mi gran bandera es la desburocratización de las credenciales de discapacidad y de las identidades de género. Actualmente para que reconozcan mis condiciones tengo que sacar un montón de acreditaciones. Esto es muy complicado y burocratizado. Creo que hay quitarle la grasa a eso para darle el acceso a las personas que sufren lo mismo que yo.

¿Qué esperas de la sociedad?

Yo a lo que apelo es que la información esté disponible y que al tenerla haga que la gente por empatía, por ejemplo, dejen de usar pirotecnia; que puedan ser mejores con otras personas de su entorno.

Las personas trans no buscamos imponer nada ideológicamente ni cambiar nada en las vidas de los demás. No queremos utilizar al Estado para cobrarte impuestos para hacernos la cirugía. Tampoco un autista quiere utilizar al estado para prohibir nada. Solo queremos vivir nuestra vida de forma tranquila, sin discriminación.

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