Los Prisioneros del Frente Amplio.

“Nunca Quedas Mal con Nadie”.

Autor: Rodrigo Ojeda. Profesor de Historia y Ciencias Sociales.

La primera vez que escuché canciones de Los Prisioneros fue en mi natal Punta Arenas, a fines de los ochenta en una radio con un parlante de marca JVC o Hitachi (marcas que llegaban al sur del mundo a través de la Zona Franca). Mi vecino Walter colocó la radio en la entrada de su casa con latas color amarillo a todo volumen. Recuerdo que sonó La Voz de los ’80 y El Baile de los Que Sobran, de pronto mi abuela me fue a buscar para cenar (sopa incluida) en esos atardeceres de verano donde la noche llega tarde.

Eran días en los que pateábamos piedras, mismas piedras que eran arcos improvisados para jugar a la pelota en las calles de tierra del barrio, y la nuestra: la calle 5 (que en realidad se llama Juan Enrique Rosales). En mi casa de entonces (la de mis abuelos) en el número 0430 interior. Pero esa es otra historia. Ninguna de las dos canciones fue de mi agrado a mis ocho o nueve años. Ya de “grande” tomé distancia del grupo por sus alocuciones y quejas constantes y tono contestatario,  me dejé llevar por los prejuicios.

Hace muy poco viendo un programa de rock latino tomé conocimiento de la trascendencia local e internacional de la banda y pude bajar la guardia de los prejuicios.  Hoy en mi viaje en metro-tren al sur (de Viña del Mar a Valparaíso) con audífonos puestos  no quise repetir las canciones de siempre de la playlist en la aplicación. Un impulso me llevó a Los Prisioneros y rápidamente di con el álbum: “imprescindibles” con veintiséis canciones en la app de la manzanita. Puse play al unísono del cierre de las puertas.

Avanzaron las canciones y las estaciones, de pronto otro impulso me llevó a: “Nunca Quedas Mal con Nadie” y en ese momento me sentí cercano a Jorge González. Decidí repetir la canción un par de veces hasta que “Jorge” desde el año 1984 me dijo: “soy el compositor y la letra del ayer, hoy calza casi a la perfección para entender algunos rasgos y comportamientos del Frente Amplio”. Esa Generación que hoy nos gobierna y a ratos se muestran confusos pero también soberbios, esa generación ante la cual sostengo prejuicios que hoy confirmé con los primeros acordes y durante los cuatro minutos de la canción. Veamos:

  • “Tú te crees que protestas”. “Tú te crees un rebelde o algo así”: la generación gobernante viene de la calle pero no de tierra precisamente, proviene de casas de estudios y asambleas con cientos de diagnósticos y recetas que hoy han chocado con los porfiados hechos (la frase pertenece a Gonzalo Vial). Sus protestas y rebeldías les permitieron pasar de la calle al Estado. Vaya paradoja, varios creemos que les falta calle.
  • “Tú te crees juglar moderno o algo así”: nos gobierna un juglar de esos que recitan ante el pueblo, un trovador que siempre habla a sus votantes pero no convoca mayorías ni grandes acuerdos y que no lee la prensa. Un trovador que va cambiando de discursos frente al  indecoroso lobby de sus ministros. Primero dijo que los había mandatado a hablar con todos, a los pocos días deslizó un cambio al señalar que los encuentros no se realizaron de la mejor manera, sus palabras nos llevan al: “Nunca quedas mal con nadie”.
  • “Nunca quedas mal con nadie”: aquí debo hacer una pequeña actualización de la letra y establecer el “Nunca quedan mal con nadie”, ya que cada vez que a esta generación le corresponde asumir un error culpan a la ley y prometen modificarla: los indultos, el lobby, las fundaciones y las pensiones de gracia. Son una generación soberbia, discursiva y poco a asumir los errores.
  • “Te crees revolucionario y acusativo”: antes de gobernar, desde las universidades y la calle, desde el parlamento y las municipalidades, acusaron todo y de todo, y hoy cual paradoja musical: “otra cosa es con guitarra” muchachos. Levantan el puño en sus actos en tono revolucionario, pero el propio Noam Titelman alerta de una “ausencia de reflexión política” que los sostenga como proyecto más allá del descontento que dijeron representar. Insisten en superar el capitalismo, sin dejar de gozar todos los privilegios del capital.

En fin cada letra y sonido de la canción me permite recordar y poner nuevas alertas sobre esta generación frenteamplista y utópica, sobre sus diagnósticos y recetas, y en particular sobre sus inconsecuencias e inconsistencias. Son los mismos que dijeron que su “escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió“, pero hasta el momento sólo han demostrado una moral distraída. Son una generación jugando a La Gran Capital pero con costos que pagan los invisibles de siempre, porque sus apellidos no son González ni Tapia.

Este es un homenaje y agradecimiento a mi abuela (que hoy no lo está pasando bien) por cuidarme y dejarme jugar en la calle, también a las letras de Jorge González que gusten o no, entregan información valiosa y nostálgica del Chile de las calles de tierra. Un Chile en blanco y negro que hoy a muchos de la generación frenteamplista resultaría imposible sentir y entender desde su soberbia, egocentrismo y centros de estudios, quizás deban escuchar a la voz de los ’80, a los que nacimos en esos años en barrios y hemos visto el desarrollo de Chile, pasamos del blanco y negro al color en muchos sentidos e indicadores.

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Autor de la Columna

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